Solo hace unos pocos días desde el suceso lamentable del fallecimiento de un bombero forestal actuando en el incendio de Paüls (Tarragona), perteneciente al Equipo de Prevención Activa Forestal (EPAF) al precipitarse por un desnivel de 20 metros al ser golpeado por una gran roca. Lo que ponía en la picota no solo el gran trabajo del colectivo de extinción de incendios forestales, sino el peaje que pagan campaña tras campaña, a nivel profesional pero también personal y familiar, y es que esta actividad afecta no solo al trabajador sino a sus familias.
Ayer 18 de julio, en el incendio forestal entre Navaluenga y Burgohondo, en la provincia de Ávila, en el que al menos hay 1500 hectáreas calcinadas, pudimos comprobar la peligrosidad y penosidad de este dispositivo, independientemente de la administración para la que trabajan, y es que esta forma de vida afecta a todas y todos los trabajadores por igual.
Como ejemplo un botón: tres trabajadores fueron atendidos por los servicios médicos del Sacyl:
• Un trabajador de la C12.1 (camión autobomba) fue atendido por quemaduras en una mano.
• Un bombero forestal de la BRIF del Puerto el Pico, trasladado a urgencias por posible golpe de calor, que resulto ser un corte de digestión.
• El más preocupante de todos; un bombero forestal del C5.1, trasladado de urgencias y hospitalizado por caída a diferente nivel con al menos diez costillas rotas.
Con todo esto solo queremos seguir recordando la alta morbilidad y siniestralidad de unos trabajadores que se deben de poner en valor día tras día y reseñar su alta implicación en la protección del medio natural, pero que cada vez afecta más al urbano forestal aumentando si cabe más el riesgo en sus intervenciones.
Desde el sindicato profesional de bomberos forestales de UGT, volvemos a recordar el protocolo OACEL (Observación, Atención/Anclaje, Comunicación, Escape, Lugar seguro), y remitiendo a nuestra Guía de prevención de riesgos laborales para bomberos y bomberas forestales.
