Dedicado a los miles de postalones que en Correos han sido y aún lo son (sin distinción de categorías ni de siglas sindicales) a mis compañeros de UGT por su fe de carbonero y a los de CCOO, que han resistido y siguen aguantando admirablemente y en unidad una pandemia postal de cinco años, a los/as inestimables Claros Campoamores y muy en especial a Regino Martín por su respeto y lealtad, tanto personal como sindical en este postrero largo y tortuoso camino. Y por razones obvias, mi gratitud eterna, al “Cartero Mayor” (compañero Shane).
Recientemente hemos leído en los medios que Correos primero dedica cuatro años a “desguazar la moral” de los trabajadores postales y luego anuncia la contratación de un “encofrador de la moral” por 700.000 euros para restaurarla.
Esto no es un chiste. Juan Manuel Serrano, artífice de las mayores pérdidas acumuladas por la Compañía en el periodo más corto de tiempo (800 millones de euros en 4 años), acaba de licitar al módico precio de 700.000 mil euros una consultoría para, textualmente, “generar entre los empleados y empleadas sentimiento de pertenencia y compromiso con la transformación y la estrategia de la compañía”. Dicho en idioma de la calle: Serrano va a contratar unos “chamanes” de la conducta para convencernos «a golpe de talonario» de unas supuestas verdades incuestionables “suyas” (faltaría más). Verdades que, según él y su corte de paracaidistas importados, han olvidado los profesionales postales de toda la vida (esos que hicieron del orgullo de pertenencia una “marca de la casa” admirada y reconocida mas allá de Correos)
Pues he aquí que, este señor pretende que validemos, no por votación sino por la “persuasión formativa” de sus chamanes, su demoledora labor de cinco años de desguace empresarial, psicológico y moral de la gente postal. Quiere que nos convenzamos (previo lavado de cerebro bien pagado) de que la “locura” iniciada en 2018 era/es la correcta. Para mayor escarnio a la inteligencia y en un aparente intento de ocultación de su fracaso acaba de proclamar en entrevista autopagada que el “beneficio” de su estrategia se verá en el 2027 (es decir, 9 años después de su acceso).
Sería demoledor concluir que los 200.000 mil euros/año que Serrano ha venido cobrando desde 2018 para “reinventar” Correos y reconvertirlo en una empresa logistica convencional de transportes y mercancías, no solo han tenido un impacto de catástrofe y fracaso económico (800 millones de pérdidas en 4 años) sino, precisamente, un desazonador vaciamiento del sentimiento de pertenencia y espíritu innovador que siempre ha presidido a los empleados de Correos hasta su llegada. En el lenguaje castizo alguien podría decir aquello de, primero te “miccionan” por encima y luego contratan un experto en «olfatos» para que te convenzas y asumas que tu “mojadura” proviene de agua del manantial de Vichy y huele a Channel. Lo cierto es que lo acaecido en estos cuatro años es inenarrable y como alguien decía hace poco es posible que el caso Serrano/Correos, sea objeto de estudio algún día en alguna Escuela de Negocios como ejemplo de innovación en la estrategia de conseguir destruir una empresa pública en cinco años sin perecer (ni ruborizarse)en el empeño.
Pero hagamos historia. J.M. Serrano accedió a Correos por designación superior política, según proclamaba él mismo a su llegada. Significó una esperanza inicial para los que trabajaban en Correos. Una persona avalada por las instancias más altas del poder y con un currículum político importante -divulgado por él mismo en sus reuniones iniciales en Correos- como protagonista y hacedor directo del triunfo de político de su partido. Por fin alguien que podría influir en el poder político para que Correos recibiera la atención, el trato y la ayuda que en otros países avanzados se le ha otorgado al operador postal público responsable de la prestación del SPU y de actuar en régimen de competencia en un mercado regulado por una Directiva Europea al efecto.
Esa sensación inicial pasó a desconcierto total al verificarse su desconocimiento de Serrano en materias esenciales de gestión de lo público, acentuado cuando, rodeado de gente extravagante (llamémosle así) comenzó a divulgar una especie de galimatías de proyecto estratégico confuso y sin querer detallar. Se basaba en el simplismo de que, la carta y consiguientemente lo postal (como si “lo” postal se redujera solo a la carta) ha muerto y sus profesionales, los “postalones” (así los bautizó Serrano) son gente arcaica a “exterminar” profesionalmente. Lo de la carta era una media verdad utilizada maliciosamente para encontrar una coartada que justificara sus desvarios posteriores (la carta lleva descendiendo antes de que Serrano entrara en política y la mayoría de los presidentes antecesores en Correos y los propios directivos “postalones” lo sabían. Tanto es así que ya había planes diseñados antes de Serrano -todos los correos del mundo están hace tiempo en la tarea de responder a las evoluciones del sector-potenciando -más aún- una diversificación ya iniciada antes de 2018 en la Red de Oficinas con un éxito innegable y el impulso de la paquetería (por cierto una actividad “muy postal” que Correos desarrollaba ya cuando Serrano iba al colegio y que solo necesitaba de inversiones adecuadas previo respaldo político, para hacer frente a la explosión del e-commerce en la globalización). Los retos y desafíos de Correos lo sabían todos los postales sin necesidad de que llegara un émulo del líder de Amazon Jeff Bezos. Resulta en todo caso muy curioso (y sospechoso) que la muerte de la carta decretada por Serrano como excusa para reducir y abandonar su atención a “lo postal” haya coincidido con el repunte y florecimiento de empresas privadas dedicadas a la moribunda carta (solo hay que tomarse la molestia de ver los resultados económicos de los últimos años de Hispapost, entre otras varias del sector privado).
Hay algo que es inapelable. Serrano ha desestructurado (ojo, con la anuencia de quien tenía obligación de hacer un mínimo seguimiento de la apuesta que significaba su nombramiento) una empresa y servicio público que funcionaba aceptablemente. Ha destrozado los sistemas de control de gestión que funcionaban razonablemente. Ha sembrado el caos organizativo y el terror laboral consecuente, con 23 cambios de organigrama (el penúltimo lo anunciara el próximo martes) en 4 años laminando estructuras directivas de expertos profesionales postales que garantizaban un funcionamiento eficaz y eficiente como empresa y servicio público. No lo digo yo, lo dicen los datos objetivos (Memorias de la empresa entre otros) y hasta el CIS en cuanto a la reputación de Correos en la sociedad.
No se puede obviar que para rellenar el vacío de su enloquecida “limpieza étnico profesional” de postalones, Serrano recurrió a acólitos importados algunos, y postalones reclutados por 30 monedas y amenazados subrepticiamente para no osar cuestionar las decisiones tomadas por esa especie de Cesar Imperator en que se convirtió con un cambio de personalidad sorprendente y contra todo pronostico Juan Manuel Serrano. Prosiguió su estrambótico plan importando a renglón seguido una suerte de «paracaidistas» (amigos unos, conocidos otros, pero todos desconocedores de la singularidad de la actividad postal), recolocando excedentes laborales de otros ámbitos empresariales usando a personas sin la cualificación ad-hoc imprescindible. La guinda del pastel fue el reclutamiento con sueldos galácticos de algún personaje de una trayectoria previa más que dudosa. Ni que decir tiene que esta especie de demencia gestora inicial contó con el insólito apoyo de un Plan “esotérico” bien pagado y elaborado por una prestigiosa consultora (extramuros de Correos al menos) como es Deloitte.
Añádasele al inexplicable delirio de Serrano en Correos, el despilfarro de millones de euros (algún día alguien tendrá que revisar y explicar este exceso) en autobombo publicitario, probadamente inútil en sus objetivos, así como una borrachera de adjudicaciones de más y más, consultorías, de interés dudoso en algunos casos, por no hablar de operaciones comerciales extravagantes o ruinosas -Portugal, China, flotas de aviones fantasmales pintados de amarillo, venta (en algún caso “mala venta”) de edificios históricos de Correos, traslado inexplicable con formato de “regalo” de un Museo Postal de valor histórico incalculable, operaciones extravagantes con los cajeros en la España vaciada, utilización impresentable y demagógica de los carteros rurales como emblema de iniciativas tan innovadoras que duraban lo que tardaba en marchitarse el objetivo buscado meramente publicitario, por no hablar de un rosario de fracasos de proyectos que se sabían muertos antes de empezar y que los periodistas, directivos (Jefes de Red de Oficinas incluidos) testigos o victimas propiciatorias de los anuncios, podrían atestiguar a poco que hicieran un recuento memorístico y de la publicidad difundida.
Lo cierto es que Correos hoy es un drama real, político, social y económico. Laboralmente Correos está al borde del abismo. Y esta es una afirmación cuya veracidad está en el conocimiento de SEPI. Evidentemente es un asunto delicado. Para tener una somera idea del drama y como indicador, solo habría que explicarles a los españoles cuando y cuánto dinero ha tenido que aportar SEPI en los últimos meses para pagar la nómina de los 47.000 empleados de Correos.
Lo cierto es que Correos hoy es un drama real, político, social y económico. Laboralmente Correos está al borde del abismo.
Estamos hablando de un asunto de decencia y moralidad en el manejo y gestión de lo público, que pone en jaque la cualificación que, en todos los órdenes, se le exige a un país desarrollado. Y esto no es alarmismo sindical. Lo sabe SEPI, Hacienda y Fomento, lo sabe gran parte de los Grupos Parlamentarios (incluido el Grupo Socialista), lo sabe la CNMC, expertos del sector, periodistas que han profundizado y lo sabemos de primera mano los que representamos al personal postal, es decir, los Sindicatos (en especial UGT y CCOO que nos hemos decidido y atrevido a poner el dedo en la llaga y denunciar lo que se venia encima desde el momento en que le vimos las orejas a un lobo desguazador disfrazado de oveja modernizadora).
Volvamos al dato inicial señalado en este artículo. La insensatez de gastarse 700.000 mil euros para que alguien se olvide el cáncer y la metástasis que padece y recupere la alegría de vivir, con cursillos propios de un vendedor comercial del Corte Ingles, a base de charlas sobre las ventajas futuras de una estancia en una Playa del Caribe. Es algo tan inexplicable como ineludible el hacerle la advertencia (otra más) a los responsables y/o cómplices de esté chiste de mal gusto.
Y aprovecho para lanzar un aviso a navegantes de los enredos político/sindicales. La unidad de acción existente entre UGT y CCOO para dar respuesta al intento de desguace ocurrido en Correos durante estos cuatro años y la visión de futuro que tenemos ambas organizaciones, es y seguirá siendo incuestionable. La sólida lealtad mutua construida no va a ser erosionada por ningún ejercicio de fontanería política (intentos ha habido). La historia nos dará la razón a ambos sindicatos y hay que dejar claro que, ello, no nos satisface, porque el daño por el desguace perpetrado ya está hecho. Pero esa experiencia nos servirá, seguramente, para fortalecer las sinergias e intentar colaborar sindicalmente en el futuro en la tarea de reconstruir el Correos del Siglo XXI que se merece nuestra sociedad.
Y una exhortación final. Permítaseme ello después de cuatro años advirtiendo desde UGT y CCOO de lo que iba a ocurrir con el proyecto de Serrano. Avisando de que avalar la locura de un plan/proyecto liquidacionista de Correos nos llevaba al abismo a TODOS. Y ahí va el exhorto a quien corresponda. Sea quien sea el futuro gobierno de este país y partiendo de que el futuro gobierno será de quien se lo gane democráticamente (que para eso están las urnas). Al día siguiente de las elecciones, hay que recuperar la cordura en Correos. Correos debe de ser un proyecto “país”. De TODOS. Un proyecto que nos una y cohesione (la razón de ser historica de Correos) a TODOS. Ya está bien de utilizarnos como arma arrojadiza o de nicho de recolocacion bien pagada de políticos. Da igual el partido que lo haga. Se tiene que acabar ese circulo vicioso. Escúchennos de una vez. Nos lo merecemos los empleados postales que hemos sido maltratados y silenciados de forma injusta y humillante en los últimos cuatro años. Y lo merece, sobre todo, la ciudadanía de este país.
Correos y lo que representa debe de seguir siendo una empresa pública de referencia en eficacia social, en eficiencia económica y en utilidad social como servicio público, de todos los españoles sin distinción. Queremos seguir sintiéndonos orgullosos, como nos hemos sentido siempre, sin necesidad de tener que pagar 700.000 euros a una empresa externa para ello, tal y como acaba de divulgar recientemente Correos en los medios de comunicación.
Decía mi abuela aquello de “por mucho que se vista la mona de seda, mona se queda”. En la era Serrano en Correos la adaptación seria “por muy de amarillo postal que se pinte un avión de pasajeros, avión de pasajeros se queda…”. Lo postal en este país es un sentimiento, no una pintura. Miles de trabajadores postales a lo largo de 300 años lo han evidenciado. Sabemos lo que es la eficacia social y la eficiencia económica. Sabemos lo que es prestar un servicio publico y competir en un mercado postal. Pero Serrano (y alguien más) despues de cinco años, no solo no se ha enterado, sino que nos viene con un chiste (700.000 euros) muy gastado, caro y lo que es peor, con un proyecto detrás, fracasado.
Artículo de Pepe Sayagués, secretario federal del sector Postal de UGT Servicios Públicos/ originalmente publicado en La hora digital