La desertificación, al ser un proceso lento que afecta al medio natural y que generalmente trasciende la escala humana, no es un problema percibido mayoritariamente por la opinión pública. Diversos estudios indican que el 75% de nuestro territorio está en riesgo de desertificación.
La desertificación es un problema que se está intensificando por los efectos del cambio climático. No es solo consecuencia de la subida de la temperatura o la falta de precipitaciones, sino que depende de las características del suelo y su capacidad de retener agua. Es de importancia vital, para evitar la desertificación, mantener y gestionar los territorios para que sean resilientes a los efectos del cambio climático, promocionando la regeneración del suelo y la capa vegetal natural en aquellas zonas que por diversas causas se han degradado.
Combatir la desertificación es un proceso que implica a varias administraciones y requiere una coordinación de políticas de uso del suelo, del agua y recuperar cubiertas vegetales naturales, y esa integración no se está dando.
Factores que contribuyen a la desertificación en España
Los principales factores que contribuyen a la desertificación son: la sobreexplotación de acuíferos, ríos y zonas húmedas y el crecimiento insostenible de usos del suelo que degradan el territorio.
Lamentablemente, en nuestro país se ha apostado por un modelo de gestión que prioriza el uso del agua para atender las demandas de consumo humano por encima de las necesidades biológicas y sostenibles de la naturaleza. El regadío intensivo e industrial utiliza alrededor del 80% del recurso de nuestras cuencas, eso sin contar la extracción ilegal de dichos acuíferos. Esta circunstancia, unidas a las cada vez más frecuentes olas de calor y periodos de sequías más intensas y frecuentes, harán cada vez más difícil garantizar el agua necesaria para nuestros ecosistemas.
Medidas necesarias
Es imprescindible adaptar nuestras demandas a los recursos hídricos realmente disponibles y reducir la exposición al riesgo de la población y los sectores productivos ante un periodo de escasez de recursos.
Para ello:
Hay que sensibilizar y educar en el ahorro del agua.
Reducir la superficie de regadío en algunos lugares, asegurando la sostenibilidad del sector agrario a escala nacional.
Evitar la degradación del suelo, que se produce bien por abandono de agricultura de secano tradicional o por el aumento de incendios, que afectan a la fertilidad del suelo y su capacidad para retener la humedad. Por ello es necesario invertir en la recuperación del suelo y la vegetación en zonas degradadas y desarrollar sistemas de cultivos y manejos agrícolas respetuosos con el suelo y que ayuden a mejorar sus características.
Es imprescindible evitar la continua erosión y degradación de nuestros suelos, siendo necesaria aplicar políticas coherentes de gestión del uso del suelo del agua y de la agricultura, para ello debe haber una efectiva coordinación de la política del agua con otras políticas sectoriales de forma que se garantice que no haya un deterioro adicional de las masas de agua. Es necesario promover una gestión del territorio como un espacio donde ocurren procesos ecológicos que están interrelacionados, más que como un lugar de donde extraer recursos de forma insostenible.